viernes, 27 de abril de 2007

Un cuento: La leyenda del Lobo Eustaquio

Mientras el españolito mira por la ventana el nevazo que está cayendo en su ciudad polaca de Olsztyn, observa a varios canes con “hociquitos” embebidos en blanca nieve correteando de un lado a otro; alegría inmensa, ¡¡el éxtasis llevado al sumo!! Siempre le llamó la atención como su hermano Kim hacía lo mismo con la arena y, en cierta manera, con el agua (dato que todos los que tenéis perro habréis constatado). Tras meses guardando su secreto, hoy 4 de noviembre de la era Espermática, el españolito les va explicar el porqué de este hecho y les va a contar “La leyenda del Lobo Eustaquio”.

No sólo los seres humanos tenemos mitos y leyendas, los animales también. Lógicamente sólo siendo un asilvestrado uno puede hablar desde el conocimiento que le proporciona haberse sentado con castores, lobos, cucarachas, y demás parientes del mundo animal, y haber compartido sus historias. Pero la más alucinante siempre le ha parecido la del Lobo Eustaquio (originalmente del sueco Eůstąquinŏřkssen, pero que españolizamos por motivos obvios). Cuentan los lobos que originalmente su especie surgió (¡¡viva la espontaneidad!!) en los Cárpatos (cerquita de aquí). Manadas de lobos poblaban esas tierras, ricas por aquél entonces, y antes del que Juanki fuera a matar osos; familias felices saltando y aullando; entre ellas la manada del valle con su jefe Eustaquio al frente. Esto fue hace mucho, mucho tiempo…mucho antes de que en la lejana galaxia Lord Vader se pasara al lado oscuro de la fuerza, of course. Pues como decía Patxi, aquello era un vergel tropical donde no se conocía ni nieve, ni arena. Fue por aquél entonces, cuando un meteorito, que Bruce Willis no pudo armagedar, impactó en la tierra. Ustedes pensarán que por aquél tiempo no existían los mamíferos. Falso, junto al Mundo Perdido de Spilberg los lobos (no en su aspecto actual) ya correteaban. El caso fue que después de ese impacto y la subsiguiente nube, las temperaturas bajaron y el mundo se quedo, casi en su ¾ partes, cubierto de hielo. El vergel del valle desapareció y un vacío estremeció a la fuerza. Las manadas de lobos que poblaban las montañas bajaron hasta el valle en busca de alimento; pero no había nada y la desesperación hizo el resto. Lobos luchando contra lobos, hermanos contra hermanos, sangre, aullidos de dolor, de hambre, silencio…silencio. En su encarnecida lucha sólo cinco lobos se salvaron: Eustaquio y cuatro cachorros de su manada, Artemisa, Margot, Ramonet y Pit (que vienen, respectivamente de Artëmisëõrenssen, Mārgoteňssen, Ramońtenssen y Pĭtteřssen). Eustaquio sabía que tenían que abandonar esas tierras y buscar prados verdes donde encontrarían a otros animales (nota aclarativa del escribiente: ¡¡uhmmmm!!). Así, sin nada en el estómago, sin apenas fuerza, los cinco emprendieron el camino en busca de la vida. Pasó una semana y no encontraron animales muertos al descubierto, sólo en la profundidad del hielo se les veía ¡¡Eustaquio lo intentaba con sus garras!! ¡¡Con los dientes!! Los cachorros le ayudaban mientras lo miraban con esa mirada triste del que sabe que no conseguirá su fin a pesar de la lucha; el hielo era demasiado duro y las fuerzas no les acompañaban. Siguieron en su travesía, desesperados, desalentados, des... Pero Eustaquio era el mejor lobo que había existido nunca, rápido, versátil, igual te cazaba un conejo que un Tiranosaurius, ojo de lince (esto es por que su madre loba tuvo un desliz, pero no entremos en intimidades familiares), orejas como las antenas de las hormigas, quiero decir, tactosensibles y audiosensibles (no vayan a pensar mal de la pobre madre). Al lado de un río, todo parecía llegar a su fin, los cachorros exhaustos gimiendo de dolor; Eustaquio abatido. Había nevado la noche anterior, a diferencia de los días precedentes, sus cuerpos, al menos, descansaban sobre la suavidad del plumaje blanco. Como es común en los canes cuando reposan, barbillón por delante y traseras recogidas bajo el lomo, ojos cerrados, respiración honda, suspiros de España, orejas en alerta…el lobo descansa.

¡¡De repente!! Una partícula química llega a la pituitaria amarilla de Eustaquio: “¿Qué huelo? ¿Acaso la futura paella de los domingos de Vic? NO, ¿qué es?” Un olor a carne fresca inunda su mundo olfativo. Rápidamente se levanta como gacela al viento (¡¡dejen a la madre tranquila!!, era un poco pizpireta pero no se distraigan del tema que estamos a punto de perder a cinco canes. Nota dixan o aclarante: si van a contar esta leyenda a menores obvien determinados comentarios, please) ¡¡Su olfato le dice que a 2 m y 7 cm, enterrada en la nieve, hay comida fresca!! Los cachorros ya no se mueven, y aunque a él ya no le quedan fuerzas, mete el hocico bajo la nieve; los cachorros le ven entre ojos moribundos; zigzaguea, para y comienza a excavar, primero una pata, luego la otra, la dos a la vez, nieve saltando. Eustaquio no puede más, lleva una hora de reloj solar sin éxito, la carne no aparece; mira a los cachorros, todos arrejuntados, temblado. “No puede ser el final de los lobos, no podemos acabar así, somos los amos de la tierras verdes” piensa Eusti (a estas alturas de la peli, el autor utiliza el diminutivo para sensibilizar al personal…lágrimas huyendo, pañuelos verdes…¡¡ah qué no!! Que falta de “feeling”). Sobre sus cuadrúpedos alza el cuerpo y sigue su búsqueda. ¡¡Eureka!! Un omóplato de un Paletosaurius se vislumbra en la oscuridad del agujero. Es demasiado grande para sacarlo del hoyo, así que Eusti decide arrancar trozos de carne, salir del hoyo y llevárselos a los cachorros. Éstos abren sus mortales e infantiles fauces y tragan la comida digerida que se les ofrece. Eusti repite el proceso una y otra vez con cada uno de los cachorros. El día ha sido agotador y los cachorros duermen plácidamente, sus gemidos han desaparecido y sueños de aullidos iluminan sus noches. Después de dos días los cachorros se encuentran fuertes, saltan y juegan, Eusti está feliz, y el festín se repite a cada momento; pero esa noche comete la mayor torpeza de su vida. Cansado y algo dolorido no sale del hoyo y se queda dormido encima del hielo. La noche fría, el hielo hace el resto. A la mañana siguiente los cachorros se desperezan y comienzan a buscar a Eusti. Cuando se asoman al hoyo, ven al bravo jefe que no se puede mover, el hielo atrapó sus patas. Ante la mirada atónita de los cachorros, Eusti arranca varios trozos de carne y los lanza contra ellos. Nuestro amigo Eusti (pues como ya es de la familia) sabe que está señalado por la loba de la noche (versión canina de la dama de la noche). Reúne a los cuatro cachorros entorno a él y les dice:
- “Tenéis la fuerza que necesitáis para seguir el camino, comer por última vez y andar por la vía Hispalis que encontrareis al torcer la primera montaña a la derecha”.
- “¿Y usted Master?” pregunta Ramonet.
- “Yo pequeño lobezno, tengo haceres que solucionar con una hermosa dama”.

Un silencio recorre el interior de los cuatro jóvenes, pero los lobos saben que cuando eso ocurre deben de dejar atrás a los viejos y seguir. Como último consejo, Eusti les dice:
-“Recuerden, donde vean un suelo blando metan el hocico a ver si encuentran el hueso entero de un Grandilocuentisaurius, con eso podrán comer toda la vida”.

Los cuatro miran al cansado y gran jefe, giran y emprenden el camino que Master les indico. No hay miradas atrás. En el camino los cachorros repiten lo que hizo el gran jefe y van encontrando trozos de comida que les mantienen vivos. A los cuatro días de la partida llegan a un hermoso y verde valle; a lo lejos un Ronnocelotipecus (un tipecus pariente del Rinoceronte actual) y Ramonet algo cagarrica exclama: “un, Ronnce…, un Ronnce…, un Ronn” mientras Margot con acento francés grita: “¡¡un valle, un valle!!” y Pit con su melena rubia al viento, poeta él, apresura a formar el neologismo: “le llamaremos Roncesvallles y aquí viviremos” (¿lo cogen?) (Nota dixan: se darán cuenta la similitud con la película “En busca de valle encantado”. Versión no oficial sobre dicho viaje dice que Piecitos, Sheila y Pitri fueron zabullidos en el estómago de los lobos, pero que por motivos de publicidad Amblin Entertainment los ha revivido).

Manadas de herbívoros pastan como cochinos churrascándose a fuego lento, ¡¡el paraíso!! Allí las sucesivas generaciones de lobos conviven durante décadas hasta que un extraño ser invadió sus tierras, el Homo imbecilus. Éste se dio cuenta en la potencialidad del recurso llamado lobo y se dedicó a capturarlos y amaestrarlos. Sólo algunos lobos se salvaron y corrieron hacia las montañas y las zonas alejadas de tales salvajes. Los lobos se acostumbraron a que les diesen de comer y, hombre y perro se hicieron inseparables en el tiempo. Pero en algunos perros persiste con fuerza lo que fueron sus antepasados, lobos. Por eso no es de extrañarles que en las noches calurosas del hastío, como dice el tango, algunos perros canten como lobos, mientras que cachorros y jóvenes escuchan y miran con asombro y detenimiento. Su canción cuenta la leyenda del Lobo Eustaquio, del bravo jefe que encontró un hueso metiendo el hocico bajo la nieve, y cuenta sobre el gran hueso de Grandilocuentisaurius que todavía sigue enterrado. Y aunque perro y hombre se aman eternamente, el perro anhela sentirse como lobo, y en las arenas de las playas y en la nieve de las praderas, busca el gran hueso…busca su libertad.

Y esta es la historia que me contó un amigo una noche de verano, bajo la luna, tumbado en el suelo, hocico por delante, traseras y delanteras congeladas, al fondo, la loba de la noche picándole un ojo y en el silencio de la oscuridad su canto, ¡¡auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!!

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