martes, 19 de febrero de 2008

Sueños o realidades

Un día soñé que haría una exposicición de fotografía de mis cosas, de la forma que mis ojos ven la vida. Soñé en una taberna llamada Siete Viejas en el barrio de Vegueta donde colgasen de sus muros 14 segundos de mi vida y de la de otros. Soñé que sería chulo hacerlo coincidir con mi cumpleaños, ¡¡así nos emborracharíamos más!!; y soñé en hacer un regalo a tanta y tanta gente que día a día me ayuda, me apoya y me alienta a seguir mejorando en esto de ser un "Bandido de Almas". Un día soñé, como mi amigo el payaso de hilos, en mi baúl particular, descansado de la función.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Carta a mi madre

Querida madre,

aprovecho los cinco minutos que tengo antes de comenzar mi nuevo viaje para mandarte unas palabritas. Ando en casa deshaciendo las maletas, lavando y volviendo a guardar los pertrechos, ¡¡que vida más estresante Dios!! Ya sé que no os gusta este modo de vivir, que siempre me estáis diciendo que cambie de trabajo, y bien sabéis que lo he intentado. En vuestro caso por que os produce vergüenza ajena cuando alguien os pregunta a que me dedico:
- ¿El pequeño? (un silencio)…bueno, es espermatólogo.
- ¿Médico?
- Noooo, exactamente…de peces.
- What?
- Si, se dedica a…
- ¿Pajillero de peces?
- Psssssssss, si

Ya sé que no suena muy elegante e incluso vulgar. Creo que a partir de ahora deberías decir “es un toca huevos”, al menos, es lo que dicen mis chicos y chicas de departamento, aunque no sé muy bien su significado ahora que lo pienso ¿¿¿????; en cualquier caso, la gente pensará que soy un alto ejecutivo, ¿no es lo que hacen desde los directores generales hacía arriba? Es una buena idea, ya me diréis que tal funciona. Sin embargo, he tenido tiempo de reflexionar en mi última semana en Madeira y después de lo acontecido este sábado, creo que ya sé que quiero ser.

Recordaréis mi niñez, niño bueno donde los hubiese salvo las cosas típicas de la juventud, arrestos policiales, asaltar casas o romper mobiliario urbano, pequeñeces comparado con los niños de hoy en día. Anyway, no saquemos los trapos sucios, pero ¿os viene a la memoria esas tardes en las que me disfrazaba para contar chistes o hacer alguna obra improvisada de teatro libre en el colegio? Me gustaba, pero este trabajo (el de toca huevos) es tan, tan, tan… que no me ha dado tiempo a pasar por la academia de Fama de cuatro.

Como os decía el sábado, a camino entre los viajes, la banda me contrató de fotoman en el Carnaval de Las Palmas. No es la primera vez que les hago fotos así que no tuve muchos problemas en decir un si rápido, ¡¡bebida gratis!! Salí de casa con mi atuendo de "pofesional" y el gorro de Pinki-Bogard, mi perro, para crear un ambiente americano de los cuarenta sobre mi aureola cefálica, no así mamaria, ya me entendéis. Me acompañaron Freddy Kruger, John Lenon y Bon Jovi, ya veis que nunca salgo solo como bien me aconsejáis. Después de tragarme más carne que la de un becerro, ya sabéis mi lema “sí bebes, come antes” y dar unos bailes acompañados de ron cubano, me puse manos a la obra como buen "pofesional". A diferencia de otros días para entrar en las bambalinas me dieron una acreditación. Cual fue mi sorpresa cuando la jefa que suelta las pelas me obligó a subir al escenario a sacar unas instantáneas. ¡¡Y allí estaba yo!! Con cientos de personas, alcohólicos, porreros, policías cargando, en fin gente rara. Fue una experiencia increíble; alguno intento saltar la valla, ¡¡queremos fotos!! Y yo decía: ¡¡Miren el pajarito!! ¡¡Sonrían!! (¡¡No interpretar esto como un desnudo integral!!, uno tiene su orgullo). Un repelús erizo mi cuerpo, y tuve una inspiración y expiración cósmica algo canutera; ya tengo claro a que me voy a dedicar ahora: ¡¡Mamá, quiero ser artista!! Espero que este nuevo trabajo os guste más.

Por sí acaso piensas que no es verdad, aquí tienes un regalo de los dioses que guardaré toda mi vida.

Me voy a correr a África, ya volveré.

domingo, 3 de febrero de 2008

Recuerdos de África IV: Capitanes Intrépidos

Los aventureros habían llegado a Luderitz, uno de los lugares que pueden encogerte el corazón. Una ciudad al lado de un puerto creada para la explotación de diamantes. En noches de luna cientos de personas eran desnudadas y sus bocas amordazadas con bozales del “silencio de los corderos” para arrastrarse por la fina arena blanca de las dunas en busca de reflejos cristalinos. Noches, días y meses trabajando en condiciones lamentables, y cuando dejaban la explotación para volver a sus casas se les daban diarreicos por si alguno se le había ocurrido intentar salir de la esclavitud blanca. Eso fue el origen de Luderitz, con su ciudad fantasma que recuerda las grandes fiestas, la casa del médico, del gobernador, del profesor, de los barracones de los solteros y de las jaulas de los inhumanos...en definitiva, una aportación más de la vieja Europa a este mundo.

Y en esa ciudad tenían la fortuna de una tarde libre para callejear, ¡¡que más puede desear un vagamundos que recorrer esquinas en ciudades perdidas!! Anduvieron por rincones, por el puerto, por los barrios alejados, y en un descampado se encontraron a niños jugando. Allí que se fueron seis blanquitos con nueve o diez enanos, todos deseosos de que les inmortalizaran un segundo de sus vidas. Y dada la manía que tiene el españolito por los pies desplegó su americano para jugar a una rueda: “eh guys!! Now, I need you help me, ok? Please, sit down around me with your feet up, ok guys?” Y con la sonrisa en sus bocas permitieron tomar una imagen, clic, que nunca salió por falta de luz.

Cuando el sol se acostó se juntaron en el bar más cercano al hotel para concretar que hacían esa noche. Era una tasca en un mundo que no correspondía, una especie de taberna alemana con barriles de madera como mesas, un mini escenario de “estrella por un día” y mucha cerveza. Pero lo que más llamaba la atención es que todos éramos blancos, un bar de blancos para blancos; los negros se deleitaban en las afueras en un tugurio de negros, sólo para negros. Era como si el mundo no hubiese evolucionado…a lo mejor menos de lo que uno espera. Unos cuantos decidieron quedarse a cenar en la trasera del mesón, entre ellos Nathan, el “maestro de cocina”, el hombre más feliz del mundo yendo descalzo por su tierra, con una cerveza o dos y con sus fogones, no quería estar en otro sitio, se sentía salvaje y quería vivir como es África; Mike “el sonrisas”, nuestro conductor y experto en aves, el hombre que ganaría cualquier rally y que emanaba siempre tranquilidad; y Bony, la deliciosa Bony, una hermosa mujer con una boca grande, pero también con la sonrisa más bella que pueda ver, cada mañana cuando le veía al alba siempre saludaba “Vic-Vic-Victorrrrrr” y él respondía “Bo-Bo-Bony” con ritmo rapero; les hicieron el viaje más agradable aún, allá donde estéis un beso.

Y allí, en el bar menos africano que se les ocurra engulleron Kudu, mientras que el alcohol recorría y se depositaba en sus venas. Preparar cenas para muchos en un país de pocos hace que uno cene mientras otros esperan, así que entre sorbito y sorbito se robaban patachuelas y lo que el tenedor capturase, eso si, sin que te viesen, así era más divertido. En definitiva, fue una buena sentada y larga, “molto longo”. Cuando se terminó y volvieron a la zona del bar el mundo había girado. Alemanes borrachos como cubas de tamaño Guillivert que se creían supermanes y se lanzaban desde las tinajas para que el resto les cogiese. Como diría Obélix “estos alemanes están locos, locos, locos”. Un pianista ligón, ¿qué por qué sabía que era pianista? Cuando sonreía se podía ver diente si, diente no. Recorrer 3000 Km y ver este panorama puede ser, al menos, curioso, pero que dirían si la canción más bailada fuese “los pajaritos” ¡¡Perderte por África para acabar cual verbena española!! ¡¡Fuerte, mu forte!! ¡¡Y los alemanes encantados!! ¡¡Viva Mª Jesús y su acordeón!!, por que tiene mérito.

La mañana no fue muy resacosa, pero al despertarse se encontraron con mucha niebla, frío y el mar algo revoltoso. ¿Qué importancia podía tener? Era el día elegido para hacer un viajecito en barco en busca de animales marinos. Si de algo sirve la experiencia, el hombre de hielo y el españolito decidieron vestirse con todo lo que llevaban, comer mucho y salado, y tomar poco líquido. Es el truco para evitar marearse, o al menos, vomitar en condiciones. Como nunca se tuvo claro la partida, no hubo pastilla para el mareo y en un tris tras se vieron en un velero de siete metros navegando contra la mar. En tal caso, lo más importante es no ponerse en la proa de un barco, why not? ¡¡Por que te mojarás incautos!! Así que los canarios, amantes secretos del mar, ocuparon sus posiciones en la parte más elevada posible: Char en la parte de popa, el españolito tres metros más arriba, ambos con la posibilidad de apoyarse en los mástiles para no caerse. El capitán con su gorra de plato de la segunda guerra mundial y barba de meses alocada, y su segundo de aspecto vagamundo, ambos con dentaduras ennegrecidas por el tabaco y porreros por excelencia parecían recién salidos de la peli “La Reina de África”. Desde su posición privilegiada, con piernas en V para un perfecto equilibrio, cámara oculta del fris del mar, la brisa rozando las mejillas, las bragas protegiendo el rostro, los dos seres se sentían felices, muy felices de navegar rumbo a lo desconocido, dos capitanes intrépidos unidos con el mar. ¡¡Por allí sopla!! Y un delfín hacía acrobacias, un albatros expandía sus galones cual mariscal de ejército, los pingüinos andando torpes, los cormoranes rozando las olas, los leones marinos cantando y las alcas mostrando su belleza blanca; delicias para los aventureros, algunos mojados en proa, otras sentadas cual condesas de piti-mini, y dos locos soñando con recorrer el mundo en barco, ¿qué más se podía pedir?

(Este relato está dedicado a Kamon para que sueñe con África)