sábado, 16 de junio de 2007

Un pueblo llamado St. Andrews

Muchas veces me han preguntado como pude enamorarme de ti, tan fría, tan solitaria, tan perdida, tan moralista, tan religiosa, tan, tan…, y yo siempre les contesto lo mismo:

te emocionarías en cada esquina con su historia,
te sorprenderías como la gente se acerca a ti para charlar,
te apoyarías horas sobre las farolas del muelle viendo llegarlo los barcos de pesca,
te reirías de los miles de adornos de las casas y los jardines,
te relajarías sentado al lado del viejo faro, viendo el ir y venir de la marea,
te asombrarías de los colores de los árboles, de la sangre del río, del azul del hielo,
te cegarían sus atardeceres rojos
te enamorarías de los sus Puentes de Madison,,
te helaría la sangre la soledad en las carreteras, su silencio,
te quedarías sin aliento cuando, sentado en mi playita con una cerecita, vieras pasar a los ciervo… y alguna foca… y alguna ballena perdida,
te asilvestrarías buscando alces, castores y osos negros;
simplemente, es otro mundo
”.