viernes, 27 de abril de 2007

Bandido de almas

Era una noche de un octubre especial, me encontraba cenando con mi hermana Nieve-Tu en su casa; tras dos botellas de vino y un paquete de cigarros habíamos planificado un año de mi vida en el extranjero. Fue una noche frenética, agotadora e inolvidable, como el tiempo que después aconteció; y cosas del destino, se cumplió todo, y más que no estaba previsto. Canadá, Polonia, Cuba y Londres; y en medio alguna visita a la familia, alguna triste. Lo más increíble de todo, es que el año se ha convertido casi en dos, y mi vida en una aventura constante que no parece concluir nunca.

De estas experiencias he aprendido muchas cosas, a veces muy duras, pero siempre enriquecedoras. No recuerdo ya la cantidad de habitaciones que han sido como mi propia casa (siempre en mi maleta hay un hueco para cosas que cuelgo allá donde esté), los lugares tan hermosos por los que he corrido como Fibi en Friends, las personas que no conocía de nada y se acercaban a charlar conmigo, las horas que he pasado garabateando en una hoja en blanco las aventuras tan extrañas e increíbles que me han pasado para deleite de mis amigos y familia; y sobre todo, el maravilloso tiempo que he tenido para hacer fotos. Se han empeñado en que ponga todo ello en un blog para que la gente imagine, sueñe y se ría, igual que lo hicieron ellos. No soy escritor, sólo un mal cronista que en las noches eternas, da rienda suelta a la imaginación y a los sueños de un niño, ¡¡que quieren!!, sigo siendo un niño.

Capítulo aparte se merece en tema de la fotografía. Andaba yo en Kenia, tiempo atrás, en un poblado Massai cuando el guía del viaje me explicó que a los pobladores de la sabana no les gustaba que les hicieran fotos; decían que los “cameramas” les robaban el alma; siempre me pareció una tontería. Con el tiempo, me fue gustando eso de hacer fotos, me senté a escuchar a gente, empecé a comprarme libros, asistir a exposiciones y a jugar con la cámara. Un día, viendo una foto de una exposición, me di cuenta que delante de mi no solo había una foto impresionante, sino también, el alma del fotógrafo y del personaje que había sido retratado. Fue una impresión horrible, me quedé petrificado; los ancestros guerreros de las llanuras sabían lo que decían. Desde entonces, cuando salgo de una buena exposición, cuerpo y mente se alojan en un limbo privado; y sueño, con que algún día, yo pueda ser un bandido de almas.

Pero lo mejor de todo es que pasen, lean y vean, y sobre todo, sonrían.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mi me tienes el alma "arrebatá" con esa narración humedecida que te va calando poco a poco hasta sobrecogerte. Me gusta leerte, y tu verbo, y tus ganas de contar cosas, me parecen lo mejor que llevas en la maleta. Esa maleta de Asilvestrado siempre a punto de perderse pero que vuelve igual que tus historias, que tus aventuras, que tus vidas. Nunca agradeceré bastante a cierta persona que te diera la patada, pues con ese gesto nos regaló a todos al único primate capaz de pilotar el "Halcón Milenario". Yo no sé los demás, pero yo me subo contigo a esta nave y llevame donde quieras.