lunes, 26 de noviembre de 2007

Cuentos en la noche: Los Dragones Blancos

Era un viernes frío en Olsztyn, de esos que hielan los pensamientos. El españolito, ataviado con su gorro motero, salió a tomarse unas cervezas por el centro de la ciudad para aliviar el estrés. Allí se concentraban los pubs, los tugurios de perversión y drogas, el mejor lugar para perder las ideas. Entró en el “Sex-pub”, no era la primera vez que iba, más que nada por que la camera quitaba el hipo: ojos azules, 1.85 cm, rostro perfilado, un pelo negro lacio, y unos pechos hermosos (¡¡coño!!, ¡¡podría dedicarme al porno escrito!!); en fin, un lugar agradable. Se sentó en la esquina de la barra, como siempre, y se pidió media pinta de brebaje maltés. Cuando andaba por el segundo cigarro y sumido en su mundo, una mano tocó su pierna:
- “¡¡Uhhh, que excitante!!” pensó.
Al girarse vio a un Jacky Chan cualquiera:
- “¡¡Ehhhh, mariconadas las justas!!” le dijo.

Era un hombre envejecido por el frío, con una barba grisácea de muchos años, las manos y el rostro quebradizos. Llevaba un abrigo agujereado, un gorro azul y guantes de lana, pero sin lana; algo pasado de alcohol, como todos. El hombre se volvió a acercar y le susurró:
- “Sabe, va a nevar”.
No era el hombre del tiempo, pero tampoco había que ser muy listo para saber que tarde o temprano el invierno estaba a punto de llegar.
-“¿Cómo lo sabe usted?”, le respondió él.
- “He visto un dragón”, le aseveró con la cabeza.
Lo primero que pensó es que el viejo llevaba una mona de esas que hacen historia. Pero algo tenía la mirada de ese hombre que el españolito decidió entablar conversación.
- “¿Qué tiene que ver los dragones con la nieve?” díjole con acento mejicano.
- “Los dragones blancos son los responsables de que nieve”, le afirmó mientras chucleaba un trago de cerveza.
- “No lo entiendo, ¿podría explicármelo?, le replicó.
- “Te voy a contar un secreto”, le dijo mirando desconfiado de un lado a otro de la barra.

Hace mucho tiempo, en la dinastía mongol del emperador Tontichuli II llovía muy poco, pero suficiente para que los campos se cubriesen de verde en primavera. El alimento no faltaba, eran tiempos de vivir, pero también de guerras entre pueblos. El ejército de Tontichuli II dominaba las llanuras hasta los Montes Rojos del este y hasta el Mar Chapoteo al oeste. La leyenda contaba que existían bestias enormes en los montes y las expediciones que se había llevado a cabo nunca habían vuelto. Un año, el emperador del Sur ChuliPosi I (un “bastard” que llegó al trono tras asesinar a legítimo emperador YYYqueee XY) decidió invadir las tierras del norte. El emperador llamó a todos los hombres y a los soldados Brabuchi de los pueblos (de hecho, la Barbie es el nombre que se le dio a uno de ellos que acabó siendo travesti, así que padres del mundo eso es lo que regaláis a vuestras niñas en Navidad, ¡¡ver para creer!!, al menos es lo que contaba este viejo). Hombres que se habían ganado el descanso de la batalla diaria al demostrar su valor.

Jan San vivía en el pueblo de Alejatoriux (nombre que se debe a un tal Alex que paso por allí cuando salió de su casa a comprar por tabaco y nunca más volvió) sito cerca de los Montes Rojos. Los ejercitos de Tontin (su apodo, que me canso de escribir) se batieron con ferocidad y valentía, desplazando a los de Chuli al este, donde Jan San los arrinconó hasta obligarlos a entrar en los Montes Rojos. Cuando la victoria parecía clara, el ejército de Chulin apareció a lomos de Dragones Rojos; enormes, gigantescos, cientos de ellos aleteando cual colibrís; incendiaron prados, destruyeron casas, asesinaron sin piedad. El ejército, dirigido por de Jan San, quedó reducido a la mínima expresión y tuvo que huir a los mismos montes a los que él había enviado a los soldados de Chulin. En las laderas de los Montes Rojos se escucharon gemidos de desesperación, de terror, de dolor y gritos, muchos gritos hasta que un silencio apagó la esperanza. Jan San pudo escapar y huyó a las montañas nevadas; exhausto se refugió en una cueva. Cuando entró tuvo la sensación de que alguien le miraba, que no estaba solo; se acurrucó en un lado y se durmió. Cuando abrió los ojos, dio un salto y desenvainó su espada. En frente de él había un grupo de Dragones, ¡¡pero estos eran blancos!! Jan San no podía creerlo. Uno de ellos dio un paso adelante y se presentó:
- Hola guerrero, yo soy el Dragon Blanco Gelindrin, ¿quién eres tú?
- Yo soy Jan San, capitán de los ejércitos de TontiChuli II. Habéis matado a todos mis soldados y ahora os voy a rebanar el cuello con mi espada. Dijo con voz de valiente.
- ¡¡Deteneros bravo soldado!!, no os voy a hacer nada. Nosotros no tenemos nada que ver con las cosas que acontecen en la ladera. Dijo Gelendrin algo alteradillo (¡¡joder que le iban a cortar el pesquezo!!).
- Sois Dragones, por lo tanto bestias al servicio del mal. Replicó Jan San.
- Es cierto, somos Dragones, pero por nuestro carácter fuimos desterrados a estas alturas. Muchos murieron, aunque con el tiempo hemos resistido al frío y nuestro color es ahora blanco, no somos bichos malos. Argumentó Gelendrin como mucho tiento.
- Necesito que me ayudéis. Suplicó Jan San.
- ¿Cómo? Preguntó algo incrédulo el bichito.
- Combatir a los Dragones Rojos con el mismo fuego que ellos emanan de sus tripas.
- Lo siento valiente capitán, pero nosotros no tenemos fuego, por nuestra boca sale nieve, por eso los picos de las montañas siempre están blancos. Los Dragones Rojos no soportan el frío, así que no nos molestan. Le explicó Gelendrin con cara de apenado.

Jan San se sintió abatido, se sentó en el suelo y se perdió en los recuerdos de lo que un día fue su pueblo, su mujer, sus hijos, sus padres, su gente, sus sueños…No podía hacer nada, un enfrentamiento directo era imposible. Allí estuvo, perdido en el mundo sin saber muy bien que hacer. Gelendrin y sus amigos se sentaron y le acompañaron en su silencio durante horas y días. De repente, una idea surgió en la mente de Jan San.
-¡¡Gelendrin!!, me dijiste que los Dragones Rojos no soportan el frío, ¿verdad? Dijo el capitán con ojos de vida.
-Si, ¿en qué piensas? Contestó el bicho.
- Volad por encima de mis tierras, por encima de la ladera, volad por el mundo y que de vuestra boca salga tal preciado tesoro. Le dijo el capitán embriagado de alegría.
- De acuerdo, volaremos, pero para que nunca nadie nos tema moveremos con nuestras alas el cielo y lo cubriremos de nubes, así nadie nos verá, ¿de acuerdo? Le replicó Gelendrin.
- Hecho amigo mío, yo iré a los lomos de tu generoso cuerpo.

Y así fue como los Dragones de Fuego murieron de frío y desaparecieron del mundo en que vivimos, la esperanza volvió a las tierras de Tontin y sus gentes expulsaron a los guerreros de Chulin. Finalizada la batalla, Jan San fue bendecido por los Dragones de Nieve con la eternidad para que cuidase de ellos siempre.

-“Nunca nadie supo lo que paso, pero en las tierras de donde yo vengo, en los días de tormenta o cuando las nubes se posan en nuestra cabezas, las personas bailan y rien; y recuerdan una leyenda que habla de Dragones de Nieve. Por eso sé que nevará” le dijo el viejo.
Con una mirada expectante el españolito se había quedado enamorado del relato de un viejo vagabundo. Se despertó de su sueño, y se fue a vaciar la vejiga algo cargada de alcohol.
-“Ahora vengo viejo, quiero que me cuentes más cosas”. Le dijo.

Cuando volvió, no había nadie en la barra del pub. Raudo y veloz salió en busca del viejo, pero no había nadie en la calle. Miro a un lado y otro de la misma, y solo vio a la nieve posarse plácidamente en el suelo; levantó la cabeza y creyó ver las alas de algo, aunque con la borrachera que llevaba no podía asegurarlo; y decidió ir a dormir. Desde entonces, siempre que nieva, baila y ríe pensando que en algún lugar del cielo un Dragón Blanco le está salvando de los Dragones de Fuego.

sábado, 3 de noviembre de 2007

The Lord of the Rings

“He nos aquí,
igual que en las grandes historias,
las que realmente importan, llenas de oscuridad y constantes peligros,
esas de las que no quieres saber el final por qué ¿cómo van a acabar bien?,
¿cómo volverá a ser el mundo a ser lo que era después de tanta maldad como ha sufrido?
Pero al final todo es pasajero,
como esta sombra,
incluso la oscuridad se acaba para dar paso a un nuevo día,
y cuando el sol brilla, brilla más radiante aún.
Esas son las historias que llenan el corazón por que tienen mucho sentido,
aunque seas demasiado pequeño para entenderlas,
pero creo que las entiendo,
ahora lo entiendo,
los protagonistas de esas historias podrían rendirse si quisieran,
pero no lo hacen,
siguen adelante por que todos luchan por algo.

¿Por qué luchas tú?”


Y un país llamado Nueva Zelanda, con Trolls, Frodos, Isengard, Aragon… espera las historias del españolito… la respuesta pronto.