lunes, 8 de diciembre de 2008

Conversaciones con el más allá

Y como el Correcaminos las patas del asilvestrado se proyectaron por caminos de nieve en St. Andrews, por campos de batalla en Quebec, por ciudades oscuras de Polonia, por el parque de los sueños rotos de varias urbes, por los picos del Pirineo, por playas del Mediterráneo, por el malecón de La Habana, por los verdes caminos de Saint Cugat, por el paseo de todos los días... hasta que el cuerpo dijo basta. Cual pirata de palo o borracho perpetuo se bambaleaba de derecha a izquierda.

Un día alguien le habló de las maravillosas manos de una china y sus milagros. De aspecto algo gallego, aunque de espíritu oriental, entró en aquel antro de estilo minimalista. Luces tenues, música de tiempos cortos, camilla con flores, perfumes que me recordaban las calles de Estambul y una cortina de estampados que era igual que el papel del comedor de la casa de sus padres.

Ataviado en paños menores, dispuesto en posición horizontal, cerró los ojos para que el espíritu se relajase y sus manos rozasen sus puntos energéticos. Le retorcieron la rodilla y la espalda, le apretaron en el corazón, le masajearon el estómago y la cabeza, y le dardearon el pectoral. Terminada la sesión, pensó que debía vestirme, pagar e irse; pero fue entonces cuando comenzó todo.
Como si le hubiesen pegado una paliza recuperaba su tono corporal mientras ella, sentada delante de él, le comentó la conversación que había tenido con las distintas partes de su cuerpo. ¿Cómo? ¿Qué había estado hablando con su cuerpo? Su culo contracturado en tres partes le dijo que era demasiado impetuoso y nervioso, que la vida se debe tomar con más tranquilidad, jajajaja, a él con esas; el hígado quejándose de tanto trabajo; la pierna cansada de tanto correr, ¡¡joder para eso está!!; el pericardio protestando de tanta tensión y tanto pensar; la cabeza, más allá que acá, organizando todo sin dejar nada al azar o la espontaneidad; el bazo dando puyas sobre los hábitos alimenticios; sus vértebras repitiendo “tienes que cumplir la misión, tienes que cumplir la misión”; y su alma contándole que quería ser un árbol, fundirme con la naturaleza y un sol deslumbrante al final del camino. “¡¡La ostia!!, pensó, ¡¡mi culo habla y yo sin enterarme!!”

Dicen que al asilvestrado han vuelto a correr como un loco, y que por las noches se reune con un grupo de gente rara en la oscuridad de un pub para contarse conversaciones del más allá. Estos romanos están locos, locos, locos.