viernes, 25 de enero de 2008

Recuerdos de África III: baños bajo la luna

Recuerdo polvo, mucho polvo, un mundo de cacas biológicas y dos fríos que calaban hasta el finito cuerpo. El españolito no se baña en las frías aguas de sus islas afortunadas ya que prefiere ser blanquito que acabar morado cual muerto viviente; pero, ¡¡ahhhh!!, el orgullo, el maldito orgullo que nos lleva a cometer acciones que jamás haríamos. Y por ello, por “orgullo”, acabamos en aguas infectadas de nenúfares, serpientes, hipopótamos, cocodrilos y yo que sé cuantas bestias más, incluidas las humanas claro está.

El primer baño fue en River Canyon; un lugar en mitad de la nada donde una señora anciana, pero con más vitalidad que muchas que conozco, acogía a viajeros que quisieran adentrarse en unos de los cañones más grandes de África. Tras paseo con 4x4, llegamos a la cima del cañón, una caminata de “na” (que se agradeció) para en su base admirar otro hermoso paisaje africano. Durante el trayecto, mi queridísimo Char decidió que teníamos que meternos en el agua, ¿cómo unos hombretones de dos metros y 120 kilos iban a dejarse intimidar por 15ºC de agua fría? No lo sé, pero no era nuestro caso, un pitufin y un fideo, pues como que no damos la talla; pero Char es así, más orgulloso que yo, ¡¡o al menos eso creía yo entonces!! Fue dejar la mochila en el suelo y efectuar el “streeptes” más multitudinario que hasta entonces había realizado el españolito. En calzoncillos rosas, ¡¡sí hijos es lo único que a este sujeto le quedaba en esas fechas!!, a las siete de tarde con más frío que calor nos zambullimos en las aguas africanas…¡¡la ostia, la madre consagrada, el hijo de la gran chingada que decidió que debíamos de bañarnos en ese sitio (o sea el guía), los Dioses caídos y la falta de neuronas en la cabeza!! Y ahora lo entiendo, nunca me explicaba como Tarzán nadaba tan rápido, al fin y al cabo que era un cocodrilo par él...un sapito de na, pero en estas aguas o nadas a toda leche o mueres petrificado, mientras levantas el cuerpo en ese fondo fangoso a saber repleto de que. La experiencia no fue mística, ni agradable, ni leches, menos mal que hice una fogata con un cigarro y me calenté los labios. Y se podrán creer que dos mujeres, que digo dos mujeres, dos Diosas de la naturaleza se metieron y aguantaron más allá de los 20 s del españolito…amo a esas mujeres.

La segunda experiencia mojada fue en una charca fangosa, con algas y que cubría medio cuerpo, en un barranco ¡¡a las ocho de la noche!! Una cascada de agua fría se mezclaba con agua más caliente (esto es un decir) que brotaba de una cuevita más pequeña que la de Artenara. Las luces de los frontales iluminaban algo, pero íbamos todos a ciegas. Y el “hombre hielo hizo” honor a su nombre y se quedó sentado en la casada, por que Char revive con el agua fría, que me lo digan que ayer me duche en su casa y grite mucho, ¡¡jodio que nunca pone el calentador!! El españolito batió su propio registro de cómo meterse y salirse cual gato obligado por su maldito orgullo. Claro está con calzones rosa…¿habrá una relación entre el color de soporte testicular y la circulación sanguínea? Interesting for future researchs on sperm!!!

Anyway, a estás alturas si no habíamos cogido una enfermedad cutánea o digestiva era un milagro. Pero llegó el mejor baño, aquel que recordaré con mucho cariño, con mucho ifffiff, aquel que justificó el viaje. Los aventureros se encontraban en la cuenca de Okavango, ¡¡que maravilla de sitio!! Acampamos en plena libertad al lado de una salida de cocodrilos, de las rutas de los elefantes y de los rinocerontes; donde para eliminar residuos orgánicos debíamos hacer un agujero; donde a mitad tarde, y mientras descansaba el personal, salieron corriendo los guías del lugar y el españolito detrás de ellos a protegernos de un rino que se acercó al campamento; en el lugar donde un simple masaje en la espalda fue interpretado como una peli porno por los hermanos negros; donde tirado en la base de un babobat con miles de telas de arañas rodeándome y oyendo una conversación en lengua no materna me pronosticaron que volvería a África (algún día os contaré “El Cuento del Babobat”); el lugar donde hubo que salir cual coche de fórmula uno en las canoas por que un hipopótamo se enfado y los elefantes querían venir a saludarnos; la noche donde estaba prohibido salir de las tiendas por si un león u otro bicho había decidido soñar con nosotros; el paseo donde me ofrecieron embadurnarme de mierda de elefante para acercarme a sacar más de cerca una foto de Dumbo y su familia; donde transgredía las normas levantando las hojas de los nenúfares y las algas en busca de ranas, serpientes y bichos, mis queridos bichos; sí damas y caballeros, la cuenca del Okavango, el lugar con el que el españolito soñó tanto tiempo. Pues como les decía, a la vuelta de este impresionante sitio, nos pararon para que nos diésemos un baño en mitad de la cuenca. No podíamos haber realizado tantos kilómetros, tantas historias, para dejar pasar esta oportunidad. Imaginen una canoa con dos personas donde un ligero movimiento hace volcar la embarcación; pues allí que nos fuimos con los calzones ya descoloridos a sumergirnos en aguas frías de mi África. ¿Y que pasó con el hombre de hielo? Pues que no se bañó, ayyyyyyy, que falta de orgullo, o cuanto orgullo en tan poco cuerpo.

A todos los chicos y chicas Oka, gracias por el viaje, espero que se hayan divertido con los relatos….creo que un día el españolito volvera a escribir más historias sobre africana, no tengo ninguna duda.