domingo, 24 de julio de 2011

La imagen

A veces, sólo a veces, tengo la necesidad de dejar de lado aquello que amo, refugiarme en otros mundos y dejar puertas cerradas esperando que algún día las musas me encuentren y vuelvan a contarme historias vividas o inventadas.

Uno nunca de ser lo que es, pero aprende a convivir con sus monstruos,
a dejarles a su aire aunque te susurren.
Hasta que un día comienzas a ver con sus ojos,
a pensar en cuentos,
a ver a la gente como personajes de una película,
y entonces lo sabes,
solo te queda coger una cámara o escribir en tu cuaderno.

Un año tomando notas en mi cabeza y viendo fotos con mis ojos,
y las musas llegan.

Un año en una gran ciudad como Barcelona da para mucho, sobre todo cuando viajas sin parar de un sitio a otro. Y aunque todos lo habéis visto alguna vez, la sensación de los viajantes se agudiza cuando 150.000 personas se desplazan por tren o avión. Y me preguntaréis que es la sensación de un viajante. Es el alma de los que cierran o abren caminos, de los padre que abandonan a sus hijos, de los hijos que vuelven, de las despedidas tristes, de los recibimientos alegres...

Pensad en un instante de esos que halláis vivido recientemente y buscar en vuestra alma como os sentisteis, alegres, tristes, aliviados, emocionados, indiferentes, aburridos, cansados. Y da lo mismo que lo hagas una vez al año o tres veces a la semana, siempre hay un sentimiento hondo que te inunda en un segundo para el resto de tu vida por que siempre lo recuerdas.

Trabajo en un centro donde cada mes entra y sale gente, donde la vida se debe vivir muy intensa con los amigos por que mañana será un adiós seguro. Nunca me había pasado esto. Y se además le sumáis la cantidad de veces que ando en el aeropuerto y la estación de tren, al final tu alma siempre anda desbordada de sentimientos. Nunca hay un adiós definitivo, ni un hola eterno. Así que me he dedicado, entre otros amenes, a mirar con mi alma a las personas, que como yo, tenemos vidas viajeras.

Si tuviese que hacer una película empezaría en una estación o en un aeropuerto, viendo besos y lágrimas, risas y rostros afligidos, sonrisas fingidas y ojos secos, por que cualquier historia comienza con un viaje a la vida o la muerte. Y de todas las historias que he visto y vivido me quedo con la de un hombre que falleció en el aeropuerto de Gran Canaria. No importa su nombre, o su edad, no importa quién era, simplemente era alguien.

Normalmente las gente se despide del viajero en un andén o un paso del aeropuerto. Ambos miran sin cesar esperando que esa imagen quede retenida en sus retinas y que haya un tiempo donde el tiempo solo sea para ellos. Él recordará su olor y ella su sonrisa de viajante. Después cada uno seguirá su vida y en la mañana, cuando se despierten, recordarán que están solos.

Estadísticamente tengo comprobado que este el comportamiento general de las personas. Lo que aconteció ese día en el aeropuerto me llamó tanto la atención que tengo que contarlo.

Todo sucedió como siempre. Llegaron al punto de no retorno, se besaron y él partió. Sorprendentemente ella se fue muy rápido con su vestido blanco con volantes y él no miró. Recuerdo su cara, triste, arrugada con los años, ojos perdidos, bigote amarillo del tabaco y un diente de oro; pero vestido muy elegantemente. Camino del control se paró repentinamente y la busco con la mirada. Su excitación aumentó al no verla, se movió inquieto acechando a través del cristal que le separaba del control, hasta que en la lejanía vio su cabello balancearse. Su grado de satisfacción era indescriptible se giró y justo su puso delante de mi. Sólo con mirarle a los ojos sabía que había encontrado el mundo en un cabello. Y tal como me miró se cayó en mis pies. La asistencias médicas llegaron de inmediato y aunque le hicieron la reanimación cardio-pulmonar nada pudo hacerse.

Más allá de la impresión de ver caerse a una persona a tus pies y reaccionar ante ese hecho, recuerdo que cuando se lo llevaba seguía teniendo una sonrisa.

Es hermoso partir sin decir adios, serena la mirada y forma la voz ya lo decía el Mediterráneo (http://www.youtube.com/watch?v=Lj0ymbmtX9U&feature=related)

Por eso ya no me voy de los sitios sin mirar atrás, sin dar besos, o abrazos, sin llevarme una imagen final para mi eternidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sencillamente: EMOCIONANTE...
Es hermoso ver como una persona es capaz de describir lo que se le pasa por la mente y el corazón cuando solo dispone de un simple teclado de ordenador.

Estas andaduras tuyas hacen que recuerda algunas de mis partidas y mis llegadas,las cuales,cargadas de emociones, salen a la luz en los momentos más solitarios.

Espero que en estos continuos andares por el mundo,yendo y viniendo de aquí para allá, no pierdas tu esencia de asilvestrado porque gracias a ella cada persona mejora el mundo un poquito más.

Mucha suerte en tu camino Víctor J.