miércoles, 6 de junio de 2007

Historias del Canadá V: “Expedición Boligo”


Lo primero de todo es explicar qué es un Boligo. Un día cuando el españolito regresaba a su mansión de 20 mts cuadrados con su amigo John, el antiamericano, éste le indicó que había una reserva natural más allá de su casa lleno de Boligos. El españolito domina como nadie el inglés, pero con cara de asombro le preguntó a John qué era un Boligo. John le explicó que es el nombre común con el que se llama al águila calva americana, o sea el águila del escudito yankee. El españolito es un proyecto de muchas cosas, entre otras de fotógrafo de animales. ¡¡Eureka!!, pensó el españolito. Podría dar un día una vuelta por esos parajes y sacar una foto. El lugar es precioso, pero un poco lejos para ir andando después del trabajo, llegaría muy tarde y no tendría luz. Por eso, el españolito espera al fin de semana para preparar un plan, ¡¡una expedición en busca del Boligo (sinceramente suena a moñiga de vaca, jajajaja)!! Pero el sujeto no puede planear sin saber que tiempo hará este finde. Los pronósticos son claros, el domingo nevará copiosamente, por lo tanto nos queda el sábado.

Como otro sábado cualquiera, el españolito se levanta a las 9 de la mañana, arregla algo su “home” y se va a jugar al “soccer”. Pero hoy es un día especial, el españolito tendrá coche la semana que viene y tiene que ir al banco a sacar dinero. Camino del banco el españolito se percata de la temperatura, más que nada pq va con su chandal finito y ¡¡hace un frío del carajo!! ¡¡¡-7ºC!!! El banco está cerrado, así que es españolito se va directamente al pabellón de deportes (el colegio del pueblo) a practicar algo de deporte no sea que engorde un picogramo. En su afán educador, tiene como objetivo demostrarles a estos salvajes que el soccer no es una versión del Hockey donde repartir ostias sea un acto sagrado, algún día lo conseguirá. De vuelta a casa, se da cuenta que el frío sigue siendo el mismo, mucho, así que hay que prepararse bien.

Son las 12:15 de la mañana, el españolito después de una ducha gratificante de agua caliente se dispone a vestirse. La sensación térmica, según la TV, es de -13ºC, así que tiene que salir muy bien preparado. Lógicamente pensarán: “¿por qué el españolito decide salir ese día? ¡¡Hace Sol!, así que estos momentos hay que aprovecharlos. ¿Qué es el frío para ese sujeto que permaneció horas bailando en el porche de su casa a bajo cero? Así que se pone sus calzoncillos largos celestes, su camisa térmica gris y sus calcetines especiales hasta las rodillas, atuendos que compró en Valencia con su querida Mamá (jajajaja, ¡¡que pinta por Dios!!); sus jeans, su suéter más gordo que le cubre su hermoso cuello, su braga especial para taparse la cara, sus guantes (los cuales hay que cambiar urgentemente) y un gorro. Aquí aparece el primer dilema del españolito, ¿qué gorro? Tiene 5. De todos, hay uno que destaca de los demás, un hermoso gorro de pana y forrado por dentro de piel de conejo que le regalo su amiga invisible Raquel (gracias, hoy me salvo la vida). Pero al españolito, vergonzoso él, le da apuro salir con ese gorro, así que decide que la primera parte del trayecto lo hará con el gorro que su querido Padre compró una mañana de Navidad. Sale de su casa comiéndose un plátano para coger fuerzas, eso le dará suficiente grasa para su expedición. A la espalda su inseparable mochila con la cámara, en la mano su trípode, en el corazón una aventura.

El españolito no quiere escuchar música necesita sus sentidos al máximo quiere sentir el contacto con la naturaleza, ¡¡es como un trampero americano!! Llega al principio del camino, allí decide cambiar su gorro y ponerse el otro. Nadie le ve, esta a salvo de comentarios en el pueblo. La primera parada es obligatoria, se va a hacer un autorretrato en una laguna helada. Allí a -13ºC, con la nariz más roja que un tomate, allí en ese paraje comienza ¡¡“La Expedición Boligo”!! A estas alturas el españolito sabe que como máximo puede hacer tres o cuatro fotos cuando se quite sus guantes, encuadra al ojo y toma la primera imagen de él mismo. ¡¡Ahí está señores, el españolito en persona preparado para su aventura!!.

El sujeto sabe que será difícil sorprender al águila calva, así que va con mucho cuidado y se percata de que el camino no es el adecuado, ¿y por qué lo sabe? Es un trampero, es un experto de la naturaleza, ¡¡la ha mamado desde pequeño!! Así que en el primer claro que ve del monte decide que ese será un camino bueno a seguir. ¿Qué le puede pasar? Tiene experiencia en el campo, se ha perdido en la sierra de Albarracín dónde tuvo que dormir en el porche de un colegio a -10ºC con otros 16 individuos y su primo Kamon (esa historia es digna de contar y algún día la contaré) y llevó a 10 personas hasta la extenuación y la histeria colectiva al perderse por la zona de cría de Buitre Negro de Extremadura. Nada se le puede resistir en tierras canadienses. Pero el camino se complica por la cantidad de placas de hielo que encuentra a su vera y el españolito ya sabe como se las gasta el hielo, no se volverá a caer (¡¡ilusos!!). Mientras se adentra en el bosque va admirando el paisaje, respira con dificultad, debe estar a -15ºC. Las manos comienzan a dar síntoma de congelación, será difícil hacer muchas fotos, pero tiene que guardar energías para el momento que sus ojos se claven en la mirada inocente del águila.

Con la perspicacia que sólo él tiene se da cuenta que no está solo en aquel mundo perdido, otros seres acompañan al caminante, ¿quiénes? No lo sabe, pero es consciente que no es humano. Tiene cuatro patas, ¿un lobo, un coyote, el correcaminos? Ahhhh, se siente como el protagonista de Parque Jurásico, siempre vigilante para no ser comida de otros. El peligro ronda cerca. El españolito se detiene, su cuerpo está petrificado, sus ojos focalizados, el aparato reproductor congelado (esto es para my brother, siempre preocupado por estos temas), a su vera una estampa. No puede pasar sin más, decide abandonar la senda y dirigirse hacia la maravilla que está viendo. No hay camino y el españolito, con ese cuerpo que tiene de toro famélico, va abriéndose paso hasta donde ya no puede más; allí en la soledad del silencio admira el lago completamente helado, una hermosísima estampa. Intenta desesperadamente hacer varias fotos, pero su mano derecha ya no responde con agilidad, está congelada. Le hubiese gustado haber cambiado el objetivo, pero las manos le tiemblan, sabe que no volverá a darse esta oportunidad (¡¡a -15ºC!!, ni de coña), está perdiendo la posibilidad de un par de fotos que le gustaría hacer: una barca engullida por el hielo, árboles que se pierden en la profundidad, barriles compartiendo el aire con el hielo, pero no, las manos ya no están para eso. Solo le queda grabar esa hermosa estampa en su cabeza y recordarla para toda la vida. Así que regresa medio decepcionado a su senda.

Llena de hielo, la senda se hace más peligrosa y el trípode se convierte en un bastón en momentos concretos. Hay algo que le ha mosqueado desde el principio, una valla metálica que circunda sus andares, ¿?. Cuida sus manos como a un tesoro, y sólo se permite hacer fotos cuando valen la pena, en cualquier caso hoy el tiempo no está para experimentos manuales y decide ponerle el automático, eso le ahorrará tiempo y dolor. La senda se va haciendo cada vez más peligrosa, y en varios momentos el españolito ha perdido el equilibrio, pero no se ha caído. El hielo lo invade todo. Un claro que entra por las copas de los árboles ha descongelado un trozo de hielo y el agua circula por los conductos internos que ha escavado en el propio hielo proporcionando una imagen impresionante. ¡¡Maldición!! ¡¡Ostiazo!! Afortunadamente no ha pasado nada, el orgullo por los suelos, pero nada más. Seguimos por el camino, hasta que un árbol bloquea la senda. “¡¡Pá tras no vuelvo!!, así que a escalar por el árbol, y a crear una senda nueva“ piensa el españolito. Dicho y hecho el españolito pasa con dificultades a la otra parte, no hay camino, no hay nada, sólo monte y árboles caídos.

El Sol comienza a perder intensidad (¡¡cómo si ha -15ºC eso importase mucho!!), por un momento al españolito le asalta la duda, que no el pánico, y piensa que si la noche le coge en el monte no pasa nada, tiene fuerzas gracias al plátano y además se orienta perfectamente por las estrellas, sabe leerlas, o al menos eso cree él; siempre que ha ido a un planetario y han señalado la estrella y han puesto el nombre, ¡¡él las ha leído!!, así que todo solucionado, ¡¡pá lante!!. Sigue buscando al Boligo pero no hay nada, sólo ardillas correteando y burlándose de él. De repente el escenario cambia por completo, el bosque pierde su espesura y se convierte en un bosque de Ehms (para los no adictos al Señor de los Anillos, son los árboles especiales que cuidan al bosque). Grandes árboles medios desnudos buscan las estrellas mientras otros se arrodillan en la tierra recordándonos que en tiempos anteriores acariciaron al Sol con sus ramas; y en el silencio del bosque los árboles hablan entre ellos mediante sonidos que nacen desde sus propias extrañas. Y el españolito que sabe mucho piensa “con la suerte que tengo de coyote, a que me cae un árbol encima”. Así que abandona a sus amigos no sea que uno de estos le de por dormir la siesta antes de tiempo. Finalmente, el españolito llega a la parte final del bosque, y lee en un cartel “Bosque privado, sólo personal autorizado”. Ahhh, se siente. Como el que no quiere la cosa el sigue y se acerca a su lago todo congelado. Se sienta y escucha el sonido del agua circulando por debajo de esa masa de hielo como si quisiera salir de su encarcelamiento.

Hemos llegado al final del viaje, no hemos encontrado al Boligo, pero nos hemos pasado un buen rato. No volvemos con la foto que queríamos pero sí con la ilusión de haber echo tres horas de caminata por un hermoso paraje, 70 fotos con un frío que te pela, y con la alegría del espíritu aventurero que el españolito lleva muy dentro. Va planeando llegar a casa, comer, echarse una buena siesta, y preparar las fotos y el relato de hoy.

Como siempre, después de su ducha hace relajación, focaliza y ve a esa mano derecha medio congelada en su mente y piensa “si mañana nieva, sería bonito hacer algunas fotos con la mano izquierda”.

MORALEJA: Que tu mano izquierda no se enteré de lo que hace la derecha, por qué si no acabarás manco.

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